Almudena Grandes y "la maldición de las mujeres pioneras"
Sobran las palabras a la hora de presentar a Almudena Grandes. Figura de la literatura de nuestro país, ganó su primer premio: La Sonrisa Vertical con su primera "novela finalizada", como ella dice, Las Edades de Lulú, en 1989. Y. desde entonces, no ha dejado de alimentar a sus lectores con su literatura y su pensamiento crítico.
Nunca ha escrito poesía porque en su casa ese era "el trabajo de los mayores" y a través de sus obras ha indagado en las profundidades de España y en los conflictos de identidad de las mujeres de su época.
Fuerte, valiente, inteligente y decidida, Almudena es el reflejo atemporal en el que se miran miles de mujeres y yo he tenido la suerte de poder hablar con ella personalmente.
V: En varias ocasiones has hablado de cuánto leías de pequeña y de cómo Galdós fue siempre una inspiración para ti. Por ello ,me gustaría saber a qué edad comenzaste a escribir.
A: Bueno, yo empecé a escribir muy pequeña, pero escribía tonterías. A los ocho o los nueve años empecé a escribir unos cuentos que no acababa nunca porque nunca me daba tiempo a terminarlos, pero en una coyuntura muy especial. En aquella época sólo había una cadena de televisión que retransmitía sólo un partido de fútbol a la semana y a mi padre le gustaba ir a casa de mi abuelo a verlo con él. A los niños nos daban papel y lápiz y nos ponían en el comedor, que está conectado con el cuarto de la tele, para que dibujáramos. Y yo, como dibujo muy mal, daba mucho el coñazo. Decía todo el tiempo que me aburría y un día una tía me dijo: "Y a ti que te gusta tanto leer ¿por qué no escribes?". Entonces, lo que me pasaba es que yo ya era una escritora de largo aliento y no me daba tiempo nunca a terminar mi cuento, que era más largo de lo que duraba un partido de fútbol, por lo que lo empezaba otra vez el domingo siguiente.
Sí, creo que empecé a escribir a esa edad. Y después, yo era la típica niña que ganaba los premios de redacción del colegio. O sea que, es una vocación muy temprana para mí.
V: ¿Cómo vieron en tu familia que te decantaras por esta profesión?
A: Bueno, bien, yo creo que no les llamó mucho la atención porque siempre había dicho que quería escribir y que quería escribir. Y porque, además, cuando acabé la carrera me dediqué a escribir de encargo. Yo trabajaba para editoriales, era escritora de encargo y lo sabían. O sea que fue un acontecimiento bastante anunciado. Mi padre, que era el único que vivía porque mi madre murió muy pronto, cuando yo tenía 22 años, estaba orgullosísimo de mí y le gustaba mucho.
V: ¿Y te resultó difícil en algún momento introducirte en el mundo de la escritura?
A: Tuve mucha suerte, lo cuento muchas veces porque mi caso, que tampoco es el único porque hay gente que ha tenido entradas parecidas, como Luis Nandero o como Martínez de Pisón que mandaron libros a editoriales hasta que alguna se los publicó, pero decidí presentarme a La Sonrisa Vertical y escribí un libro, la primera novela que terminé en mi vida, no la primera que empecé porque había empezado muchas. La metí en un sobre, la mandé a un premio y gané. O sea que tuve mucha suerte y yo creo que puede servir para demostrar que es posible.
V: Claro, porque Las Edades de Lulú, que fue tu primera novela publicada, resultó todo un éxito.
A: Sí, Las Edades de Lulú es un libro al que tengo mucho cariño porque es un libro que me regaló la vida que yo quería vivir. O sea, yo realmente pude dedicarme a ser escritora gracias al éxito de Las Edades de Lulú que fue también un éxito tan descomunal, tan inesperado y tan salvaje que estuvo a punto de acabar conmigo. Porque fue una fama repentina y brutal. Pero, luego yo en un momento dado tuve la lucidez, sorprendentemente, de pensar que yo lo que quería era ser escritora, no ser famosa, y me puse a escribir otra novela y ya mi vida se ordenó. A mi la literatura me ha solido salvar la vida y esa fue la primera vez. Bueno, la primera vez desde el punto de vista de escritora, como lectora me la ha salvado muchísimas más veces. Pero sí es verdad que Las Edades de Lulú tuvo un éxito enorme, fue un libro que puso mi vida boca abajo, literalmente.
V: Tu escritura sufre además un cambio de temática a lo largo de tu trayectoria, ¿a qué se debe esa transformación?
A: Sí, bueno, realmente mi temática cambia con Los Aires Difíciles porque Las Edades de Lulú es una novela erótica pero que trata de lo mismo que lo que tratan mis cuatro libros posteriores. O sea, yo empecé contando los conflictos de identidad de las mujeres de mi generación, eso lo puedo decir ahora que lo he sistematizado, entonces no tenía ni idea. Pero bueno, realmente si lo analizo ahora veo que yo me dediqué a analizar eso y empecé con una novela erótica porque el sexo fue muy importante para los españoles de nuestra generación, porque fue una forma de establecer una línea y separarnos de nuestros mayores que habían vivido en un país donde el pecado era delito.
Luego escribí Malena donde es importantísimo el conflicto de la protagonista con la feminidad, el modelo de feminidad que eso es lo que también traduce un poco una situación general en las mujeres de mi edad, que nos educaron para vivir en un país que ya no existía cuando fuimos adultas y, además, no teníamos modelos porque a nuestras madres no nos podíamos parecer, pero a las feministas italianas y alemanas, cuyas madres habían quemado sujetadores en la universidad, tampoco. Entonces, salimos un poco como los toros de los toriles, sin tener ni idea de cómo se hacía esto. Y luego escribí Atlas, también sobre qué les pasaba a esas mujeres al acercarse a los 40 años y Modelos de Mujer, que tiene mucho que ver. Te Llamaré Viernes es una novela muy generacional, pero cuyo protagonista es un hombre, aunque también es un poco lo mismo: qué pasa con mi generación. Y luego, en Los Aires Difíciles cambié de registro, porque me di cuenta al terminar Atlas de que ya no tenía nada más que contar, ya había contado todo lo que se me ocurría. Entonces, la solución era o encontrar otra cosa o repetirme. Y Los Aires Difíciles es una novela bisagra, ahora lo veo también muy claramente, y que me abrió la puerta a El Corazón Helado y a todo lo que llegó después, porque el personaje de Sara Gómez es el de una mujer que nace en 1947, ocho años después de que se acabara la guerra, pero que es una rehén de esta Guerra Civil durante toda su vida. Y es por ahí por donde entré en el mundo de la memoria en el que estoy. Pero, si cogemos todas mis novelas y las ponemos en un plano ideal y las doblamos por Los Aires Difíciles, los epílogos de los episodios suceden en los mismos años en los que arrancan las primera. O sea que yo, en realidad, siempre he escrito sobre España en el siglo XX, lo que pasa es que he escrito la segunda parte primero y la primera después.
V: ¿Consideras que en pleno s. XXI podemos hablar de una sociedad crítica y con un pensamiento propio en España?
A: No, yo creo que no. Yo creo que en ese aspecto hemos retrocedido en la misma medida en la que lo ha hecho la calidad de los medios de comunicación y la exigencia de los editores de esos medios. Creo que a estas alturas ya se ve mucho que los medios de comunicación están en manos del poder financiero y eso tiene una consecuencia nefasta para la objetividad y para la imparcialidad y la transparencia de los medios. Porque antes un periódico, una televisión, eran de un señor o de un grupo de señores que tenían una ideología y que podían acertar o equivocarse, pero que no engañaban a nadie. Es decir, ellos tenían un medio acorde a su ideología. Ahora, por encima de las ideologías, por encima de los principios, por encima de los intereses de los periodistas están los intereses económicos de las financieras que están por encima de los periódicos. Por eso, creo que es tan interesante en España la prensa digital que de alguna manera es el reducto del periodismo entendido como antes. Pero creo que el pensamiento crítico no ha fracasado o no escasea sólo por la actitud de los medios, creo que las redes sociales han sido nefastas porque en 140 caracteres no se puede reflexionar (aunque ahora sean 280, siempre han sido 140) . Entonces, este medio lo que hace es primar el ingenio sobre la inteligencia y primar el aplauso de los usuarios sobre la calidad de la opinión. En Twitter da igual ser brillante o ser agudo, lo que es importante es tener muchos seguidores, lo cual acaba fomentando la zafiedad, la brocha gorda y los estereotipos, el pensamiento estereotípico.
Además, creo que esta sociedad está muy acostumbrada a que le den todo masticado o sea, eso tiene que ver también con el audiovisual. La diferencia entre la lectura y el audiovisual es que, cuando una persona lee un libro o lee un periódico, cuando lee en el soporte que quieras, un lector es activo y es soberano. O sea, puede volver atrás, puede analizar, puede decidir dejar de leer y, desde luego, elabora un libro y elabora un artículo a medida que lo lee. Nosotros decimos siempre que un libro sin lectores no es un libro y que los lectores terminan de escribir el libro. Y yo creo que lo audiovisual fomenta la inactividad. Te pones delante de la tele y que te metan lo que te pongan, no tienes posibilidad de intervenir más allá de cambiar de canal. Entonces, creo que hay muchos elementos en contra de la calidad del pensamiento en nuestra sociedad y creo que vivimos en una era de pensamiento raquítico. Además, es como una especie de ofensiva: el conocimiento está desprestigiado, la universidad está desprestigiada, los sabios están desprestigiados. ¿Qué queda por detrás de eso? La publicidad.
V: Respecto al papel de la mujer, me gustó mucho algo que dijiste en tu columna de la SER del 8M (2018) sobre que hace años cambiaron tanto las cosas que parecía que ya estaba todo hecho y que, sin embargo, ahora se ha visto que no, que ha habido una recesión.
A: Sobre todo no se han consolidado los avances, ese es el problema real. Yo recuerdo que presenté hace un año y pico un libro de Nuria Varela, que es una mujer que me parece fantástica, y conté en la presentación que había algo que me había llamado mucho la atención y es que ella se definía, o definía a su generación, como una generación de pioneras. Y dije “qué cosa más tremenda”, porque yo siempre había definido a mi generación como una de pioneras por lo que te decía antes de que salimos al mundo sin instrucciones y sin modelos. Y, cuando lo hice una vez, una tía mía que vivió en el 68 me dijo: “No, te equivocas, porque las pioneras éramos nosotras”. Es la maldición de las mujeres pioneras, que todas las generaciones se consideran que lo son, porque los avances no se consolidan.
Entonces, es verdad que ha mejorado mucho la cosa, también porque las mujeres nos hemos esforzado mucho y hemos aprovechado, yo creo también a nivel individual, muy bien las oportunidades, pero nos falta aprovechar la oportunidad a nivel colectivo.
Pero es eso, que los avances no se consolidan y, además, el machismo se ha reinventado. Yo creo que el machismo se ha rearmado y ahora vivimos tiempos de una nueva misoginia que es especialmente irritante, una especie de misoginia 3.0 que está envuelta como en una cáscara progresista y como bondadosa ¿no? Y es la de: cómo vamos a darle a los hombres permiso de paternidad, si las mujeres tienen derecho a estar amamantando y a ser felices; o por qué vamos a permitir la maternidad subrogada si las mujeres tienen derecho a ser libres y a elegir. Entonces, yo creo que el problema del feminismo es muy paradójico, porque su fracaso está en su triunfo.
El problema es que, e han conquistado los objetivos del feminismo clásico que decía que cuando fuéramos capaces de crear una sociedad igualitaria en las leyes, en el estatuto jurídico, en las oportunidades, llegaría la igualdad real. Y hemos comprobado que no es verdad, que la igualdad teórica y la igualdad jurídica no crean igualdad real. Y yo creo que el gran problema de las mujeres es que no hemos sido capaces de organizarnos colectivamente. Individualmente sí las aprovechamos con esfuerzo, por encima de la discriminación. Pero no hemos sido capaces de crear una organización que haya sido capaz de ordenar la fuerza de las protestas. Y no hablo de un partido feminista, sino que pienso que que debería de haber una plataforma del movimiento feminista que negociara con los partidos, que impusiera en los programas unos mínimos, y ese paso no se da. Por lo que, aunque haya millones de mujeres en la calle, a pesar del MeToo, a pesar de todo, ese paso no se da. Conquistamos los avances en el campo teórico, en el campo excepcional (con campeonas mujeres en deportes, etcétera) pero el techo de cristal no ha cambiado mucho, sigue siendo el gran problema de las mujeres.
V: ¿Crees que es posible que esto cambie en algún momento?
A: Hombre, tendrá que poderse, porque es el camino hacia el futuro de la sociedad. Pero el problema es que las mujeres no somos conscientes de nuestro poder, somos la mayoría de la población pero aceptamos que se nos trate como a una minoría en casa y en el trabajo, cuando en realidad somos la mayoría. Entonces, yo creo que ese es el paso que hay que dar, tenemos que invadir el centro. No podemos seguir muy contentas por los márgenes con nuestras conquistas individuales. Y, naturalmente, los hombres se resisten, yo eso lo entiendo, pero creo que el camino hacia el futuro pasa por la igualdad real.
V: ¿Consideras que le falta visibilidad a la mujer en la literatura española?
A: Yo creo que el problema de la literatura no es tanto el número de mujeres, que evidentemente somos menos. El gran problema de la literatura es que el canon es masculino, inevitablemente es masculino. Por eso se habla de literatura femenina.
¿Eso qué quiere decir? Que como el canon es masculino, como la inmensa mayoría de los críticos son hombres, como la gran literatura universal de todos los tiempos es masculina, se crea un fenómeno que, yo creo, que es la discriminación más grave que sufre la literatura escrita por mujeres ahora, que es la tentación de la autocensura. O sea yo, como quiero triunfar, como quiero que me premien, como quiero que me hagan buenas críticas, voy a escribir con personajes masculinos o voy a escribir desde un punto de vista masculino o voy a escribir sobre temas prestigiosos. Y claro, en nuestra sociedad todavía los trabajos prestigiosos los detentan hombres en su mayoría. Pero pienso que las jóvenes se han quitado ya ese complejo.
Es verdada que yo escribí mucho sobre los conflictos de identidad de las mujeres de mi generación, sin embargo, siempre he tenido mucho cuidado en que mis personajes femeninos nunca sean “la chica de”: ni la chica de nadie, ni la madre de nadie, ni la novia de nadie. Entonces, lo que no voy a hacer es hacer una novela de ciencia ficción con una juez mujer en el s. XVIII, pero a los personajes femeninos sí que les doy siempre una entidad que me parece fundamental porque es que son invisibles en la historia, incluso en la historia de la resistencia contra la dictadura donde prácticamente no hay mujeres. La imagen del resistente es Jorge Semprún, con gabardina y con sombrero. Y hay una parte de la historia que no está escrita y la literatura puede ser una forma de ampliar ese conocimiento o esa visibilidad. Pero sí, yo desde luego no puedo escribir un libro sin plantearme que las mujeres han estado siempre ahí y ya no porque yo sea feminista o no sea feminista, sino porque la novela es un espejo de la realidad y la realidad está llena de mujeres.
V: Sé que si tuvieras que elegir un modelo literario femenino sería Ana María Matute, pero quiero saber otra mujer que, dentro de lo literario, o no, te sirva de inspiración.
A: A ver, para mi Ana María Matute es mi modelo literario absoluto. Si yo tuviera que parecerme a alguien, me parecería a Ana María. Pero, por ejemplo, si tuviera que escoger a algún personaje femenino en general estaría muy dividida, porque me interesan muchas y admiro a muchas. Yo te diría Dolores Ibarruri, desde luego, por lo que fue de animal político extraordinario. Una mujer que no estudió, que era la mujer de un obrero, que pasaba su vida lavándole los monos y que llegara donde llegó, y que tuviera el tamaño que tuvo. Fíjate que es muy curioso, porque cuando acabó la Guerra Civil, de los secretarios generales de las tres principales organizaciones de la España Republicana, dos eran mujeres: Federica y Dolores. Pero Federica me interesa menos.
Pero no se, todas las mujeres que han sacado los pies del plato me interesan, todas las que han logrado cosas en contra de lo previsible, desde Mary Shelley, que escribió Frankenstein cuando tenía 18 años, hasta mujeres científicas o hasta las mujeres negras de la NASA. Ese tipo de mujeres es a las que admiro más, las que sacan los pies del plato.
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